El Don de Estar Vivo
Nunca has sido aceptado por tus
padres, tus profesores, tus vecinos, la sociedad, tal como eres. Todos trataron
de mejorarte, de hacerte mejor. Todos señalaron tus defectos, tus errores, tus
debilidades, tus flaquezas, a las que somos propensos todos los seres humanos.
Nadie hizo resaltar tu belleza, nadie hizo resaltar tu inteligencia, nadie hizo
resaltar tu grandeza.
Estar vivo es ya un don tal, pero
nadie te dijo nunca que estés agradecido a la existencia por quien eres. Por el
contrario, todos estaban gruñendo, quejándose de que no tienen esto o no son aquello.
Naturalmente, si todo lo que
rodea tu vida desde el principio no deja de señalar que no eres lo que deberías
ser, y te sigue dando grandes ideales que tienes que seguir y que tienes que
alcanzar... Tu ser nunca es alabado. Lo que se alaba es tu futuro: si
puedes llegar a ser alguien popular, respetable, poderoso, rico, intelectual,
famoso de alguna forma, no un cualquiera.
El condicionamiento continuo ha
creado contra ti la idea «No soy suficiente tal como soy, falta algo. Y tengo
que estar en alguna otra parte; no aquí. Este no es el lugar en el que se
supone que tengo que estar, sino en algún puesto más elevado, más poderoso, más
dominante, más respetado, más conocido».
Tu cabeza, tu mente, ha sido
manipulada de muchas maneras por personas según sus ideas de cómo deberías ser.
No había mala intención. Tus padres te querían, tus profesores te querían, la
sociedad quiere que seas alguien. Sus intenciones eran buenas, pero su
entendimiento era muy limitado ya que a ellos les sucedió lo mismo. Olvidaron
que es imposible convertir una caléndula en una rosa, o viceversa.
Lo único que puedes hacer es
ayudar a que las rosas sean más grandes, tengan más color, más fragancia.
Puedes aportar todos los elementos que son necesarios para transformar el color
y la fragancia —el abono necesario, la tierra apropiada, el riego correcto en
los momentos adecuados— pero no puedes hacer que el rosal produzca flores de
loto. Y si empiezas a darle la idea al rosal, «Tienes que producir flores de
loto» —y, por supuesto, las flores de loto son bonitas y grandes— le estás
dando un condicionamiento erróneo. Este rosal, no solo no podrá producir nunca
flores de loto; toda su energía se canalizará por el conducto erróneo, de
manera que ni siquiera producirá rosas, porque ¿de dónde sacará la energía para
producir rosas? Y cuando resulta que no hay ni lotos ni rosas, por supuesto
este pobre rosal se sentirá continuamente vacío, frustrado, estéril, indigno. Esto es lo que les está sucediendo a los seres humanos. Con buenas
intenciones, la gente está revolviendo tu mente.
En una sociedad libre, con
personas comprensivas, nadie intentará cambiarte. Todos te ayudarán a ser tú
mismo... y ser uno mismo es lo adecuado en el mundo. Ser quien ya eres y permitir
su desarrollo, te da todo lo que necesitas para sentirte colmado, todo lo que
puede hacer significativa tu vida. Simplemente ser tú mismo y desarrollarte de
acuerdo a tu naturaleza traerá consigo la realización de tu destino.
Esto es la riqueza verdadera.
Esto es el poder verdadero.
Si todas las personas crecen para
ser ellas mismas, verás que toda la Tierra se llena de personas poderosas, con
una fuerza, inteligencia y entendimiento tremendos, y la gran satisfacción, la
alegría de que han llegado a casa.
Descubrir el
interruptor de apagado
Crea un poco de distancia.
Observa la mente, cómo funciona, y crea la distancia. Observar crea distancia
conscientemente. Por eso los budas insisten una y otra vez: observa. Observa
día y noche. Lentamente, empezarás a ver que eres consciencia y que la mente es
tan solo un instrumento que tienes a tu disposición. Entonces puedes usarla
cuando la necesites, y cuando no la necesites, puedes desconectarla, apagarla.
Ahora mismo, no sabes cómo apagarla; siempre está en funcionamiento. Es como
una radio que hay en tu habitación y que siempre está encendida, y no sabes
cómo apagarla; de manera que tienes que dormir con la radio encendida, y no
deja de gritar todo tipo de anuncios publicitarios y de tocar todo tipo de
canciones que has oído mil veces. Pero no sabes cómo apagarla. Estás cansado
todo el día, muchas veces quieres deshacerte del ruido de la radio, pero no
puedes, porque no sabes cómo apagarla. Es como dormir con las luces encendidas
porque no sabes cómo apagarlas.
Freud recuerda que cuando llegó
la electricidad a Viena por primera vez, un amigo vino a visitarle. Freud se
ocupó con todo detalle de su huésped, le llevó a la habitación en la que iba a
dormir, le dejó allí, y le dio las buenas noches.
El amigo estaba muy intrigado por
una cosa: la electricidad, la bombilla eléctrica. Sabía cómo apagar una lámpara
de petróleo, cómo apagar una vela, pero ¿qué había que hacer con esta bombilla
eléctrica? Intentó todo lo que sabía: subido en una silla, sopló sobre ella
muchas veces, pero no pasaba nada. La examinó desde todos los ángulos; no tenía
ningún agujero, no había nada.
¿Cómo iba a imaginar que había un
interruptor en la pared? Eso le resultaba imposible de imaginar, nunca había
visto la electricidad. Pero también le asustaba ir a preguntarle a Freud o a
alguna otra persona, porque pensarían que era un tonto... «Ni siquiera sabes
apagar la luz... ¿Qué tipo de hombre eres?» De modo que, sintiéndose
avergonzado, intentó dormir con la luz encendida. No pudo dormir. Se volvió a
subir muchas veces en la silla, lo volvió a intentar. Siguió así toda la noche;
no le llegaba el sueño debido a la luz: demasiada luz, una luz tan brillante,
nunca había visto una luz así. Conocía las velas, pero la bombilla debía llevar
a la habitación la luz de mil velas o más. Por la mañana estaba muerto de
cansancio. Freud le preguntó:
—Pareces muy cansado. ¿No pudiste
dormir?
—Ya no merece la pena ocultarlo
porque voy a quedarme aquí tres días: ¡esta bombilla va a acabar conmigo!
Incluso mirarla hace que me suba un escalofrío por la columna. ¿Cómo se apaga?
—¡Tonto! ¿Por qué no me
preguntaste? —le dijo Freud.
—Me daba vergüenza. ¡Resulta tan
tonto preguntar algo tan simple! —respondió. Freud le llevó a la pared y le
enseñó el interruptor. Lo probó, lo encendió y lo apagó, y se rió. Y comentó:
—¡Una cosa tan sencilla, y me he
pasado toda la noche intentándolo y no lo he conseguido!
Lo podía haber intentado durante
toda la vida y puede que nunca habría llegado a asociar el interruptor con la
luz.
Esto es lo que te está pasando;
tu mente está funcionando continuamente. Dicen que la mente es un mecanismo tan
magnífico que empieza a funcionar en el momento que naces y sigue funcionando
hasta que estás ante una audiencia; entonces, de pronto, se para, entonces le
pasa algo. De otro modo, sigue funcionando hasta que te mueres. Y son pocas las
personas que necesitan estar ante una audiencia, así que la mente continúa sin
obstáculos, y te mantiene absolutamente cansado, exhausto, agotado, aburrido. Y
te sigue diciendo las mismas cosas una y otra vez.
¿Por qué la gente está tan
aburrida? La vida no es aburrida, recuerda. La vida es siempre un misterio
tremendo, es siempre una sorpresa, es siempre nueva; está renovándose
continuamente. Llegan hojas nuevas, se caen las hojas viejas; aparecen flores
nuevas, desaparecen las flores viejas. Pero no puedes ver la vida porque estás
continuamente aburrido por tu propia mente. Te sigue diciendo cosas que ha
dicho miles de veces. Pareces tan cansado por la sencilla razón de que no sabes
cómo apagarla.
No hay que deshacerse de la
mente, hay que ponerla en el lugar que le corresponde. Es un hermoso sirviente,
pero un amo muy feo. Coge las riendas en tus manos, sé el amo; y lo primero, el
primer paso, es distanciarse de la mente. Ve que no es tú, crea una distancia:
cuanto mayor es la distancia, mayor es la capacidad para apagarla.
Y un milagro más con el que te
toparás es que, cuando apagas la mente, la mente se vuelve más lozana y más
inteligente. Piensa: desde el día que naces, la mente empieza y no para de
funcionar hasta que mueres; y nunca se sabe, puede que siga funcionando incluso
cuando estás en la tumba, porque hay algunas cosas que siguen sucediendo allí.
Las uñas siguen creciendo incluso cuando estás en la tumba, el pelo sigue
creciendo, de manera que aún continúa algún tipo de mecanismo. Las uñas y el
pelo continúan creciendo incluso en un cadáver, de manera que algo aún sigue
funcionando. Quizá sea algún mecanismo local, no la mente misma, pero puede que
el cuerpo tenga pequeñas mentes locales que apoyen a la mente grande como
agentes de la gran mente. ¡Puede que estos pequeños agentes no se hayan
enterado todavía de que el gran hombre ha muerto, y siguen haciendo lo de
siempre! No saben nada más, así que continúan repitiendo su vieja tarea. Los
cabellos siguen creciendo, las uñas siguen creciendo... ¡y solo con pequeñas
mentes locales, mini-mentes!
Hay que poner a la mente en el
lugar que le corresponde, y usarla solo cuando necesitas usarla. De la misma manera
que usas las piernas cuando las necesitas; cuando no las necesitas, no usas las
piernas. Si estás sentado en una silla y no dejas de mover las piernas de
arriba para bajo, la gente pensará que estás loco. Eso es exactamente lo que
está sucediendo en la mente, ¿y sigues creyendo que no estás loco?
Una consciencia meditativa llega
a conocer la clave. Cuando quiere desconectar la mente, simplemente dice «Ahora
cállate», y ya está. La mente sencillamente se calla y prevalece un gran
silencio por dentro. Y la mente también puede descansar en esos momentos; de
otra forma, todo se cansa.
Todo se cansa, todo se siente
cansado... incluso los metales se cansan. Y tu mente está hecha de tejidos
celulares muy delicados, tan delicados que no hay nada más delicado en toda la
existencia. En tu pequeño cráneo, hay millones de pequeñas fibras en
funcionamiento. Son tan finas que tus cabellos, cuando se comparan con los
nervios que funcionan en tu cerebro, son muy gruesos, cientos de miles de veces
más gruesos. Es un fenómeno tan delicado, pero no sabemos cómo usarlo. Necesita
descanso.
Esa es la razón por la que una
persona meditativa se vuelve más inteligente, se vuelve más cuerda. Añade la
meditación a tu ser y la maldición desaparece, y la maldición misma se
convierte en la bendición; es una bendición disfrazada de maldición.