Osho dice que cada ser humano es un Budha
con la capacidad de iluminarse, capaz de amar incondicionalmente y de responder en lugar de reaccionar a la vida, aunque el ego por lo general impide esto, identificándose con el condicionamiento social y creando falsas necesidades y conflictos y un sentido ilusorio de identidad que no es nada más que una barrera de sueños. De lo contrario, el ser natural del hombre puede florecer en un movimiento desde la periferia al centro.
LA INTELIGENCIA ES INTRÍNSECA A LA VIDA
La inteligencia es una cualidad natural de la vida. Así como el fuego es candente, el aire es invisible y el agua fluye hacia abajo, así la vida es inteligente.
La inteligencia no es una hazaña. Naces inteligente. Los árboles son inteligentes a su manera, tienen suficiente inteligencia para su propia vida. Los pájaros son inteligentes, también los otros animales. De hecho, lo que las religiones denotan al decir «Dios» es solo esto: que el universo es inteligente, que hay inteligencia oculta en todas partes. Y si tienes ojos y abres tu entendimiento, puedes verla, puedes comprenderla. La vida es inteligencia.
Solo el hombre se ha vuelto falto de inteligencia. El hombre ha dañado el flujo natural de la vida. Excepto en el hombre, no hay falta de inteligencia. ¿Has visto alguna vez un pájaro al que puedas llamar estúpido? ¿Has visto alguna vez un animal al que puedas llamar idiota? No, esas cosas solo le pasan al hombre. Algo ha ido mal. La inteligencia del hombre ha sido dañada, corrompida, ha sido mutilada.
Ahora que te permitiste observar, escuchar, comprender y actuar, nuestro trabajo, si nuestro, no es otra cosa que deshacer ese daño. La meditación no será necesaria en absoluto si se deja en paz al hombre. Si el sacerdote y el político no interfieren con la inteligencia del hombre, no habrá necesidad de meditación. La meditación es medicinal: primero hay que crear la enfermedad, entonces será necesaria la meditación. Si no hay enfermedad, la meditación no es necesaria. No es accidental que las palabras medicina y meditación provengan de la misma raíz.
Todo niño nace inteligente, pero desde el momento del nacimiento nos abalanzamos sobre él y empezamos a destruir su inteligencia, porque la inteligencia es peligrosa para la estructura política, para la estructura social, para la estructura religiosa. Es peligrosa para el Papa, es peligrosa para el sacerdote, es peligrosa para el líder. Es peligrosa para el statu quo, para la clase dirigente. La inteligencia es naturalmente rebelde. A la inteligencia no se la puede forzar a ninguna subordinación. La inteligencia es muy categórica, individual. A la inteligencia no se la puede forzar a ninguna imitación mecánica.
Hay que convertir a la gente en réplicas exactas; hay que destruir su originalidad; de lo contrario, todas las tonterías que se han hecho en la Tierra serían imposibles. Necesitas un líder, porque primero han hecho que dejes de ser inteligente; de lo contrario, no habría necesidad de ningún líder. ¿Por qué ibas a seguir a nadie? Seguirías a tu inteligencia. Si alguien quiere convertirse en líder, entonces hay que hacer una cosa: hay que destruir tu inteligencia de alguna manera. Hay que sacudirte desde tus mismas raíces, hay que asustarte hasta que sientas miedo, para que te enojes y te sientas impotente, para que te sientas triste y te deprimas y sientas una gran culpa. Hay que hacer que pierdas la confianza en ti mismo: eso es indispensable; solo entonces puede hacer su entrada el líder, los dogmas, los hábitos, las costumbres, las tradiciones y las creencias.
Si eres inteligente, resolverás tus problemas tú mismo. Tu inteligencia es suficiente para resolver todos los problemas. De hecho, no importa qué problemas surjan en la vida: tú tienes más inteligencia que esos problemas. Es una provisión, un regalo de la naturaleza. Pero hay personas ambiciosas que quieren mandar, dominar; hay locos ambiciosos: ellos crean miedo en ti. El miedo es como la herrumbre: destruye toda inteligencia. Si se quiere destruir la inteligencia de alguien, lo primero que se necesita es crear miedo: crear un infierno, una guerra y hacer que la gente se asuste. Cuando la gente le tenga miedo al infierno, irán y se doblegarán ante el sacerdote. Escucharán al sacerdote. Si no escuchan al sacerdote, se enfrentarán al fuego del infierno; por supuesto, tienen miedo. Tienen que protegerse del fuego del infierno, y necesitan al sacerdote. El sacerdote se vuelve indispensable.
Una vez me hablaron de dos hombres que eran socios en un negocio. Su negocio era muy insólito, y les obligaba a viajar por todo el país. Uno de los socios iba a una ciudad; por la noche iba echando alquitrán a las ventanas y por la mañana desaparecía. Después de dos o tres días, llegaba el otro. Se ofrecía para limpiar el alquitrán de las ventanas de la gente. La gente pagaba, por supuesto; tenía que pagar. Eran socios. Uno ocasionaba el daño, el otro venía a deshacerlo.
Los miedos hay que crearlos, la avaricia hay que crearla. La inteligencia no es avariciosa. Te sorprenderá saber que un hombre inteligente nunca es avaricioso. La avaricia forma parte de la falta de inteligencia. Acumulas para mañana porque no tienes confianza en que mañana serás capaz de afrontar la vida; de lo contrario, ¿para qué acumular? Te vuelves tacaño, te vuelves avaricioso, porque no sabes si mañana tu inteligencia será capaz de hacer frente a la vida o no. ¿Quién sabe? No tienes confianza en tu inteligencia, así que acumulas, te vuelves avaro. Una persona inteligente no tiene miedo, no es avariciosa.
La avaricia y el miedo van juntos; por eso, el cielo y el infierno van juntos. El infierno es el miedo, el cielo es la avaricia. Crea miedo en la gente y crea avaricia en la gente: hazlos tan avariciosos como sea posible. Hazlos tan avariciosos que la vida no pueda satisfacerlos; entonces acudirán al sacerdote y al líder. Empezarán a fantasear acerca de alguna vida futura en la que sus deseos tontos y sus fantasías estúpidas se cumplirán. Obsérvalo: pedir lo imposible es estar falto de inteligencia.
Una persona inteligente está satisfecha con lo posible. Se esfuerza por lo probable; nunca se esfuerza por lo imposible y lo improbable. Contempla la vida y sus limitaciones. No es perfeccionista. Un perfeccionista es un neurótico. Si eres perfeccionista te volverás neurótico.
Por ejemplo, si amas a una mujer y le pides fidelidad absoluta, te volverás loco y ella se volverá loca. Eso es imposible. Fidelidad absoluta significa que ella ni siquiera pensará, ni siquiera soñará con otro hombre: esto no es posible. ¿Quién eres tú? ¿Por qué se ha enamorado de ti? Porque eres un hombre. Si puede enamorarse de ti, ¿por qué no va a pensar en otros? Esa posibilidad permanece abierta. ¿Y cómo va a arreglárselas si ve pasar a alguien guapo y surge en ella el deseo? Incluso decir «Este hombre es guapo» es desear: ha entrado el deseo. Solo dices que algo es bello cuando sientes que es digno de ser poseído, de ser disfrutado. No eres indiferente.
Pero si pides fidelidad absoluta habrá conflicto y siempre desconfiarás. Serás siempre desconfiado porque también conoces tu mente: tú piensas en otras mujeres, en otros hombres, de modo que ¿cómo vas a confiar en que tu mujer o tu hombre no esté pensando en otros hombres, otras mujeres? Sabes que tú estás pensando, de manera que sabes que ella está pensando en las mismas cosas. Entonces surge la desconfianza, el conflicto, la agonía. El amor que era posible se ha vuelto imposible debido a un deseo imposible.
La gente pide lo que no se puede hacer. Quieres seguridad para el futuro, lo que no es posible. Quieres seguridad absoluta para mañana: no puede garantizarse; no está en la naturaleza de la vida. Una persona inteligente sabe que eso no está en la naturaleza de la vida. El futuro permanece abierto: el banco puede ir a la bancarrota, la esposa puede fugarse con otro, el marido puede morirse, los niños pueden resultar de poco mérito. ¿Quién sabe algo del mañana? Puede que te pongas enfermo, puede que te quedes lisiado. ¿Quién sabe algo del mañana?
Pedir seguridad para el mañana significa vivir con miedo constante. La seguridad no es posible, de modo que cuando temes a la inseguridad, tu miedo no puede ser destruido. Habrá miedo, temblarás... y mientras tanto te estás perdiendo el momento presente. Con el deseo de seguridad en el futuro estás destruyendo el presente, que es la única vida disponible. Y estarás cada vez más convulsionado, asustado, avaricioso.
Nace un niño; un niño es un fenómeno muy, muy abierto, extremadamente inteligente. Pero nos abalanzamos sobre él, empezamos a destruir su inteligencia. Empezamos a crear miedo en él. Lo llamáis enseñanza, lo llamáis hacerle capaz para afrontar la vida. Él no tiene miedo, y creáis miedo en él.
Y vuestras escuelas, colegios, universidades... todo ello le hace cada vez menos inteligente. Le exigen tonterías. Le exigen que memorice tonterías, cosas en las que el niño y su inteligencia natural no puede ver ningún sentido. ¿Para qué? Ese niño no puede ver el sentido de ello. ¿Para qué abarrotar tu cabeza de estas cosas? Pero la universidad dice, el colegio dice, la casa, la familia, las personas con buenas intenciones dicen: «¡Atibórrate! Ahora no lo sabes, pero más adelante sabrás por qué es necesario».
Atibórrate de historia, de todas las tonterías que la gente le ha estado haciendo a otra gente, toda la locura... ¡estúdialo! Y el niño no le ve el sentido. Qué importa cuándo reinó cierto rey, de qué fecha a qué fecha... Tiene que aprender de memoria esas estupideces. Naturalmente, su inteligencia va quedando cada vez más agobiada, inhabilitada. Se va acumulando cada vez más polvo sobre su inteligencia. Para cuando una persona vuelve de la universidad, ya no es inteligente: la universidad ha hecho su trabajo. Es muy excepcional que alguien pueda graduarse en la universidad y seguir siendo inteligente. Poquísimas personas han sido capaces de escapar de la universidad, de evitarla, de pasar por la universidad y, sin embargo, conservar su inteligencia... muy excepcionalmente. Es un mecanismo tan enorme para destruirte.
En el momento que te conviertes en una persona instruida, has dejado de ser inteligente.
¿Puedes verlo? La persona instruida se comporta de una manera muy poco inteligente, vive alejada de su naturaleza. Vete a ver a la gente primitiva que nunca ha tenido estudios y encontrarás una inteligencia pura en funcionamiento.
He oído que... Una mujer estaba intentando abrir una lata, y no podía llegar a entender cómo hacerlo. Así es que fue a mirar en el libro de cocina. Para cuando miró en el libro, el cocinero ya la había abierto. Ella volvió y se quedó sorprendida. Le preguntó:
—¿Cómo lo has hecho?
—¡Señora, cuando no sabes leer, tienes que usar tu inteligencia! —respondió el cocinero.
Sí, eso es correcto. Cuando no sabes leer tienes que usar tu inteligencia. ¿Qué otra cosa puedes hacer? En cuanto empiezas a aprender y te vuelves competente en esas cosas no necesitas ser inteligente, tu memoria se ocupará de repetir y repetir.
¿Lo has observado? Cuando una persona empieza a mecanografiar, su caligrafía se pierde; su caligrafía deja de ser bella. No hay necesidad: la máquina se ocupa. Si llevas una calculadora en el bolsillo, se te olvidan todas las matemáticas; no hay necesidad. Ahora, todo el mundo llevará consigo pequeños ordenadores. Tendrán toda la información de una Enciclopedia británica y entonces no habrá ninguna necesidad de que seas inteligente en absoluto; el ordenador se ocupará.
Vete a ver a la gente primitiva, la gente sin estudios, los indígenas, y encontrarás una inteligencia sutil. Sí, no están muy informados, eso es verdad. No tienen conocimientos, eso es verdad; pero son tremendamente inteligentes. Su inteligencia es como una llama sin humo.
La sociedad ha hecho algo erróneo con el ser humano debido a ciertas razones: quiere que seáis esclavos, quiere que siempre tengáis miedo. Quiere que seáis siempre avariciosos, quiere que seáis siempre ambiciosos, quiere que seáis siempre competitivos. Quiere que no seáis cariñosos, quiere que estéis llenos de miedo, ira, odio y tristeza. Quiere que permanezcáis débiles, imitadores, réplicas exactas. No quiere que os volváis originales, únicos y rebeldes, no. Por eso hay que destruir vuestra inteligencia.
La meditación solo es necesaria para deshacer lo que ha hecho la sociedad. La meditación simplemente anula el daño, destruye la enfermedad. Te convierte en un observador, en un testigo. Y una vez que la enfermedad se ha ido, tu bienestar se impone por sí mismo.
En el último siglo se ha ido demasiado lejos: la educación universal ha sido una calamidad. Y recuerda que no estoy en contra de la educación, estoy en contra de esta educación. Existe la posibilidad de un tipo diferente de educación que será beneficiosa para aguzar tu inteligencia, no para destruirla; que no la sobrecargará con hechos innecesarios, que no la sobrecargará con conocimientos innecesarios, que no la sobrecargará en absoluto, sino que la ayudará a volverse más radiante, fresca, joven.
Esta educación solo te vuelve capaz de memorizar. Esa otra educación te volverá capaz de lograr más claridad. Esta educación destruye tu inventiva. Esa otra educación te ayudará a volverte más inventivo.
Por ejemplo, la educación que yo propongo en el mundo no requerirá que un niño responda en la vieja manera estereotipada. No estimulará la repetición, el ser como loros. Estimulará la inventiva. Incluso si la respuesta inventada no es tan correcta como lo pueda ser la respuesta copiada, aun así, valorará al niño que ha aportado una nueva respuesta a un viejo problema. Ciertamente, la respuesta del niño no puede ser tan correcta como la respuesta de Sócrates; naturalmente, en un niño pequeño... la respuesta no puede ser tan correcta como la de Albert Einstein, por supuesto. Pero pedir que la respuesta del niño sea tan correcta como la de Albert Einstein es ridículo. Si el niño es inventivo, va en la dirección correcta; un día, el niño se convertirá en un gran ser humano. Si está tratando de crear algo nuevo, naturalmente tiene sus limitaciones, y se va a requerir valorar simplemente su esfuerzo por tratar de crear algo nuevo, y eso se necesita apuntalar.
La educación no debería ser competitiva. Las personas no deberían ser juzgadas, comparadas las unas con las otras. La competitividad es muy violenta y muy destructiva. Alguien no es bueno en matemáticas y le llamas mediocre. Y puede que sea bueno en carpintería, pero nadie mira eso. Alguien no es bueno en literatura y le llamas estúpido; y será bueno en música, en baile.
Una educación auténtica ayudará a los individuos a encontrar su vida, en la que puedan estar totalmente vivas. Si un niño nace para ser carpintero, entonces eso es lo que debe hacer. Nadie debería obligarle a hacer otra cosa. ¡Este mundo puede convertirse en un mundo tan estupendo, tan inteligente, si se permite al niño que sea él mismo o ella misma, si se le ayuda, si se le estimula de todas las maneras y nadie viene a interferir! De hecho, nadie manipula al niño. Si el niño quiere ser bailarín, entonces está bien: los bailarines son necesarios. Se necesita mucha danza en el mundo. Si el niño quiere ser poeta, bien. Se necesita mucha poesía; nunca hay suficiente. Si el niño quiere ser carpintero o pescador, perfectamente bien. Si el niño quiere ser leñador... perfectamente bien. No hay necesidad de que llegue a ser presidente o primer ministro. De hecho, que menos personas se interesaran en esos objetivos sería una bendición.
Ahora mismo todo está patas arriba. Alguien que quería ser carpintero se ha hecho médico; alguien que quería ser médico se ha hecho carpintero. Todos están en el puesto de otro, por eso hay tanta carencia de inteligencia: todo el mundo está haciendo el trabajo de otro. En cuanto empieces a verlo, comprenderás por qué la gente se comporta con tan poca inteligencia.
En India a través de la meditación profunda, se ha podido encontrar una palabra: Swadharma, la naturaleza de uno mismo. Contiene la mayor de las implicaciones para un mundo futuro. Krisna ha dicho: «Swadharme nadhanam shreyah», «Es bueno morir en tu propia naturaleza, siguiendo tu propia naturaleza», y «Per dharmo bavaha baha», «La naturaleza de los individuos es peligrosa». No seas un imitador. Sé tú mismo.
La inteligencia es vivacidad, es espontaneidad. Es apertura, es vulnerabilidad. Es imparcialidad, es valor para actuar sin buscar resultados. Y ¿por qué digo que es valor? Es valor porque cuando actúas para lograr un resultado, el resultado te protege; el resultado te da confianza, te fortalece. Lo conoces bien, sabes cómo conseguirlo, eres muy eficiente. Actuar por sin ninguna razón es actuar inocentemente. No tienes ninguna seguridad, puedes equivocarte, puedes perderte y después acertarás, te encontrarás.
La persona que está lista para salir a explorar lo que se llama verdad, también tiene que estar lista para cometer muchos errores, equivocaciones, tiene que ser capaz de arriesgar. Puedes perderte, pero es la forma de llegar. Al perderte muchas veces, aprendes a no perderte. Al cometer muchos errores aprendes lo que es un error, y cómo no cometerlo. Sabiendo lo que es un error, te vas acercando más a la verdad. Es una exploración individual; no puedes depender de las conclusiones de los demás.
TÚ HAS NACIDO COMO NO—MENTE
Permite que esto cale dentro tu corazón todo lo posible, porque de este modo, se abrirá una puerta. Si has nacido como no—mente, significa que la mente es producto de la sociedad. No es natural, es cultivada. Te lo han ido amontonando encima. En el fondo sigues siendo libre, puedes salirte de ahí. No puedes salirte de la naturaleza, pero siempre que lo decidas puedes salirte de lo artificial, de la periferia y entrar en ti.
La existencia precede al pensamiento. De modo que la existencia no es un estado mental, es un estado ulterior. La manera de conocer lo fundamental es ser, no pensar. Ciencia quiere decir pensar, filosofía quiere decir pensar, teología quiere decir pensar. Religiosidad quiere decir no pensar. La perspectiva religiosa es una perspectiva de no—pensamiento, no-mente. Es más íntima, te acerca más a la realidad. Hace que caiga todo lo que te obstaculiza, te desbloquea; empiezas a fluir en la vida. No piensas que estás separado, mirando. Eres un observador, un testigo, al margen, distante. Te encuentras, te mezclas y te fundes con la realidad.
Pero hay otra forma de saber. No se puede llamar «conocimiento». Es más parecida al amor y menos parecida al conocimiento. Es tan íntima que la palabra «conocimiento» no es suficiente para expresarla. Es la palabra adecuada «amor», es expresiva.
En la historia de la conciencia humana, lo primero que evolucionó fue la magia. La magia era una combinación de ciencia y religión. La magia tenía algo de la mente y algo de la no—mente. De la magia surgió la filosofía. Después, de la filosofía nació la ciencia. La magia era a la vez no—mente y mente. La filosofía sólo era mente. Y después, la mente más la experimentación se convirtieron en ciencia. La religiosidad es un estado de no—mente.
La religiosidad y la ciencia son dos perspectivas de la realidad. La ciencia aborda la realidad a través de lo secundario; la religiosidad va directamente. La ciencia tiene una perspectiva indirecta; la religiosidad tiene una perspectiva inmediata. La ciencia da vueltas y vueltas; la religiosidad simplemente penetra el corazón de la realidad.
Algunas cosas más… El pensamiento sólo puede pensar acerca de lo conocido… mascar lo que ya está mascado. El pensamiento nunca puede ser original. ¿Cómo puedes pensar acerca de lo desconocido? Cualquier cosa que consigas pensar pertenecerá a lo conocido. Sólo puedes pensar porque sabes. El pensamiento, como mucho, puede crear nuevas combinaciones. Puedes imaginarte un caballo que vuela, hecho de oro, pero nada de esto es nuevo. Sabes que hay pájaros que vuelan, sabes que existe el oro, sabes que hay caballos; combinas las tres cosas juntas. El pensamiento, como mucho, puede imaginarse nuevas combinaciones, pero no puede conocer lo desconocido. Lo desconocido está más allá. El pensamiento va en círculos, vuelve a conocer lo conocido una y otra vez. Vuelve a mascar lo mascado. El pensamiento nunca es original.
Encontrarse con la realidad originalmente, de raíz, encontrarse con la realidad sin intermediarios —encontrarse con la realidad como si fueses el primer hombre que ha existido— es liberador. La misma novedad de esto te libera.
LA VERDAD ES UNA EXPERIENCIA, NO UNA CREENCIA.
La verdad nunca se conoce estudiándola; hay que encontrar la verdad, hay que hacerle frente. Quien estudia el amor es como quien estudia el Himalaya viendo un mapa de las montañas. ¡El mapa no es la montaña! Si te obsesionas demasiado con el mapa, no verás la montaña. Si te obsesionas demasiado con el mapa, puedes tener la montaña delante de ti, pero seguirás sin ser capaz de verla.
Y es así. La montaña está delante de ti, pero tus ojos están llenos de mapas, mapas de la montaña, mapas de esa misma montaña hechos por diversos exploradores. Unos han escalado la montaña por la cara Norte, otros por el Este. Han hecho distintos mapas: el Corán, la Biblia, el Gita… diferentes mapas de la misma verdad. Pero tú estás tan lleno de mapas, tan agobiado por su peso que no puedes moverte ni un centímetro. No puedes ver que la montaña está delante de ti, las cumbres de nieve inmaculada brillando como el oro bajo el sol de la mañana. No tienes ojos para verlo.
El ojo que tiene prejuicios está ciego, el corazón lleno de conclusiones está muerto. Demasiadas suposiciones a priori y tu inteligencia empezará a perder rapidez, belleza, intensidad. Se enturbia. muy frío, frío, absolutamente indiferente. Y la indiferencia mata el misterio.
Si realmente quieres vivir la experiencia de la mística, necesitas que abrir una nueva puerta en tu ser. No estoy diciendo que dejes de ser científico, sólo estoy diciendo que la ciencia puede convertirse en una actividad periférica para ti. Cuando estás en el laboratorio sé un científico, pero cuando salgas del laboratorio, olvídate de la ciencia. Escucha los pájaros, ¡y no de una forma científica! Mira las flores, y no de una forma científica, porque cuando miras una rosa de una forma científica, estás mirando otra cosa completamente distinta. No es la misma rosa que experimenta el poeta.
La experiencia no depende del objeto, la experiencia depende del experimentador, de tu capacidad de experimentación.
La iluminación no es un resultado, es comprender que no hay nada que alcanzar, ningún sitio al que ir. Ya estás ahí, nunca te has alejado.
No puedes alejarte de ello. Dios nunca ha estado perdido.
Tal vez te hayas olvidado, eso es todo. Tal vez te hayas quedado dormido, pero eso es todo. Tal vez te hayas perdido en muchos sueños, pero eso es todo, porque tú estás ahí. Dios es tu propio ser.
Osho