martes, 24 de septiembre de 2013

Florecimiento del Ser Divino

Viviendo sin la cabeza
Cuando aprendes a vivir sin la cabeza,
sin sus razones, juicios, evaluaciones e interpretaciones;
la puerta del entendimiento se abre, la paz, la armonía y el amor se hacen presentes y a partir de ese instante la verdad fluye y se revela continuamente a través de nuestra vida.

“La verdad no puede ser dicha”, no hay manera de enseñarla; sin embargo, se le llama enseñanza. Se le puede mostrar, indicar. Hay millones de formas de señalarla de manera di­recta. Cuando la verdad te habla, ocurren milagros en tu vida.
Lao Tse dice; la verdad no puede ser dicha y en el mo­mento en que uno la dice, ya la ha falsificado. Las palabras, el len­guaje, la mente, son completamente incapaces de enseñarla. La verdad, desafía a la ra­zón, desafía a la personalidad orientada por la razón, desafía al yo. No puede ser manipulada. Encontrar la verdad es por comple­to imposible para la mente y la razón.
Esto es lo primero que hay que comprender y, cuanto más pro­fundamente lo entiendas, más posibilidades tendré de señalarla. Lo que estoy diciendo no es la verdad; no podría serlo. A través de palabras, sólo se puede crear una situación en la cual la verdad pueda ser posible. Pero de esto tampoco se puede estar seguro. Es impredecible. No se puede generar una causa para que se pro­duzca; se produce cuando se produce. Lo único que podemos ha­cer es estar dispuestos a ella. Tus puertas necesitan estar abiertas. Cuando golpee a tu puerta, debes estar allí presente. Si estás pre­sente, disponible, receptivo, puede producirse. Sin embargo recuerda que, a través de las escrituras o de las palabras de los seres ilumi­nados, no lograrás acceder a la verdad.
Entonces, lo primero es que la verdad no puede ser dicha. Y cada maes­tro crea una
 situación indirecta, que te impulse hacia lo desconocido. Todo lo que dice te va llevando hacia aquello que no puede ser dicho.

Lo segundo, antes de que podamos entender este her­moso relato zen: la verdadera enseñanza se resiste a las palabras, pero no puede resistirse al corazón. Si existiera un lenguaje del corazón, podría ser expresada a través del mismo. Pero el cora­zón carece de lenguaje; o bien, el silencio es el único lenguaje del corazón.
Cuando el corazón está en silencio, algo dice; cuando la men­te está en silencio, no dice nada. Las palabras constituyen el mo­do de expresión de la mente. La ausencia de palabras, el silencio, es el modo en que se expresa el corazón. El silencio es un lengua­je sin palabras, hay que aprenderlo. Así como uno aprende los lenguajes de la mente, uno aprende el len­guaje del corazón: cómo permanecer en silencio, alejándose de las palabras, de la mente, cómo dejar de lado lo racional.
Cuando la mente deja de funcionar, de inmediato, toda la ener­gía se desplaza al corazón.
Cuando la mente no está en funciona­miento, lo está el corazón. Y únicamente cuando funciona el co­razón, es posible enseñarte algo. La verdadera enseñanza se transmite a través del corazón. Necesitas estar cerca del corazón. Cuanto más cerca estés, serás capaz de comprender el silen­cio.
Recuerda: el silencio no es vacío. Ante los ojos de la razón, po­dría parecer que el silencio es vacío. No lo es. El silencio es el mo­mento más pleno posible. No es sólo un momento de plenitud, si­no también de rebasamiento. Es de una importancia senti­da. El corazón no está vacío: es lo único que está lleno. La men­te está vacía, pues no tiene más que palabras. ¿Y qué son las pa­labras? Pequeñas olas en el vacío. ¿Y qué es el silencio? El silen­cio es lo absoluto.
Las Leyes del universo te permiten —crear— exactamente lo que quieras. Estas Leyes no pueden ser violadas, ni pueden ser ignoradas. Estás obedeciendo esas Leyes ahora mismo, incluso mientras lees esto. No puedes dejar de cumplirlas, pues es así como funcionan las cosas. No puedes apartarte de ellas; no puedes actuar al margen de ellas.
Cada minuto de tu vida has estado actuando dentro de ellas; y, así, todo lo que has experimentado lo has creado tú, eres responsable de lo que te ha sucedido, sucede y sucederá en tu vida.
Eres uno con Dios. Comparten la vida eterna juntos. Mi compromiso para contigo consiste en darte siempre lo que me pidas. Tú compromiso consiste en pedírmelo; en entender el proceso de la petición y la concesión. Te explico este proceso, para que lo comprendas de una manera clara. Eres un individuo (indivisible). Y estas compuesto por «cuerpo», «mente» y «espíritu». También puedes llamarlo lo «físico», lo «no-físico» y lo «meta-físico». Se le hace llamar la Santa Trinidad, y se la ha llamado de muchas maneras. Lo mismo que tú eres, también Yo lo soy. Me manifiesto como individuo compuesto por Tres Elementos.
Algunos de vuestros teólogos lo han llamado «Padre», «Hijo» y «Espíritu Santo».
Vuestros psiquiatras han reconocido también esta triada, y le han llamado «subconsciente», «consciente» y «supraconsciente».
Vuestros filósofos lo han llamado el «ello», el «yo» y el «superyo».
La ciencia lo llama «materia», «energía» y «antimateria».
Los poetas hablan de «mente», «corazón» y «alma».
Los pensadores de la Nueva Era aluden a «cuerpo», «mente» y «espíritu».
Vuestro tiempo se divide en «pasado», «presente» y «futuro».
¿No podría ser lo mismo que «subconsciente», «consciente» y «supraconsciente»?
El espacio se divide igualmente en tres categorías: «el antes», «el ahora» y «el después».
Definir y describir este espacio «el ahora» resulta difícil, escurridizo. En el momento en
que empiezas a definirlo o describirlo, el espacio que describes se convierte en «antes» o «después». Sin embargo, sabemos que este espacio «el ahora» existe. Es lo que mantiene al «antes» y al «después» en su sitio; del mismo modo que el eterno ahora mantiene al «antes» y al «después» en su sitio. Estos aspectos de tu ser son, en realidad energías. Podrías llamarlas «sensación», «sentimiento» «pensamiento», «palabra» y «acción». Juntas producen un resultado; lo que, en nuestro lenguaje y según nuestros conocimientos una expresión».
Tu alma (subconsciente, ello, espíritu, pasado, etc.) es la suma total de todos los sentimientos que has tenido (creado). Tu consciencia de algunos de ellos se denomina «recuerdo». Cuando tienes un recuerdo, se habla de remembrar. Es decir, juntar de nuevo. Reunir de nuevo las partes.
Cuando reúnas de nuevo todas tus partes, habrás remembrado Quien Realmente Eres. El proceso de creación se inicia con el pensamiento; una idea, concepto o imagen mental. Todo lo que ves fue una vez idea de alguien. Nada existe en nuestro mundo que no haya existido antes como pensamiento puro. Eso es cierto también respecto al universo. El pensamiento es el primer nivel de la creación.
A continuación viene la palabra. Todo lo que se dice es pensamiento expresado. Es creador, y emite energía creadora al universo. Las palabras son dinámicas dada la naturaleza de su sonoridad al ser pronunciadas, por lo tanto, algunas pueden impulsar la creación con mayor fuerza que el pensamiento, puesto que las palabras constituyen un nivel de vibración distinto de el del pensamiento; alteran, cambian y transforman al universo, con un gran impacto. Las palabras constituyen el segundo nivel de la creación.
A continuación viene la acción. Las acciones son palabras en movimiento. Las palabras son pensamientos expresados. Los pensamientos son ideas formadas. Las ideas son energías reunidas. Las energías son fuerzas liberadas. Las fuerzas son elementos existentes. Los elementos son partículas de Dios, porciones del Todo, la sustancia de todo. El principio es Dios. El final es la acción. La acción es Dios creando, Dios experimentando.
Tu pensamiento acerca de ti mismo es que no eres lo bastante bueno, lo bastante maravilloso, lo bastante puro, para ser una parte de Dios, para formar unidad con Dios. Has negado durante tanto tiempo Quien Eres, que lo has olvidado. Esto no ha ocurrido por azar; no es por casualidad. Forma parte de un plan divino, puesto que no podrías afirmar, crear ni experimentar Quien Eres, como si ya lo fueras. Primero era necesario que rompieras (negaras, olvidaras) tu vínculo conmigo, con el fin de experimentarlo plenamente mediante su creación plena, mediante su surgimiento, ya que tu más grandioso deseo —y Mí más grandioso deseo— era que te experimentaras en ti mismo como la parte de Mí que eres. Así pues, estás en proceso de experimentarte a ti mismo creándote a ti mismo de nuevo en cada momento. Al igual que Yo lo estoy; a través tuyo.
¿Ves la sociedad? ¿Comprendes sus implicaciones? Se trata de una sagrada colaboración; realmente, de una sagrada comunión.
Así, tu vida «trascenderá» cuando elijas que lo haga. Hasta ahora no lo has elegido. Te has entretenido, lo has aplazado, has protestado. Ahora es el momento de que produzcas lo prometido. Para hacerlo, necesitas creer la promesa, y vivirla. Necesitas vivir la promesa de Dios.
La promesa de Dios es que tú eres Su hijo. Su descendencia. Su semejante. Su igual.
¡Ah!... aquí es donde el asunto se complica. Puedes aceptar lo de «Su hijo», «descendencia» y «semejante», pero rechazas ser llamado «Su igual». Aceptar eso es demasiado. Demasiada
grandeza, demasiado asombroso; demasiada responsabilidad, puesto que, si eres igual a Dios, eso significa que nada se te da a ti, sino que todo es creado por ti. Ya no puede haber víctimas ni malvados; sólo resultados de tu pensamiento respecto a algo.
Te lo aseguro: todo lo que ves en tu mundo es el resultado de tu idea sobre ello.
¿Quieres que tu vida «trascienda» realmente? Entonces, cambia tu idea sobre ella. Sobre ti. Piensa, actúa y habla como el Dios que Eres. Por supuesto, eso te alejará de muchos —de la mayoría— de tus semejantes. Te llamarán loco. Te acusarán de blasfemo. Finalmente se hartarán de ti, y tratarán de crucificarte.
Actuarán así, no porque piensen que tu vives en un mundo producto de tus propias ilusiones (la mayoría de los hombres son lo bastante amables como para permitirte tus diversiones privadas), sino porque, antes o después, otros se sentirán atraídos por tu verdad, por las promesas que ésta encierra para ellos.
Y es en este momento cuando intervendrán tus semejantes, porque será en este momento cuando empezarás a representar una amenaza para ellos, ya que tu sencilla verdad, sencillamente vivida, ofrecerá más belleza, más bienestar, más paz, más alegría y más amor hacia uno mismo y hacia los demás que todo lo que tus colegas terrenales puedan idear.
Y adoptar esa verdad significaría el fin de sus costumbres. Significaría el fin del odio y el temor, de la guerra y la intolerancia. El fin de todas las condenas y asesinatos que se han cometido en Mi nombre. El fin de «la ley del más fuerte». El fin de la lealtad y el homenaje por el temor. El fin del mundo tal como lo conocéis; y como vosotros lo habéis creado hasta ahora.
De modo que estáte preparada, alma buena; puesto que serás vilipendiada y despreciada, insultada y abandonada, y finalmente te acusarán te juzgarán y te condenarán —todo ello a su manera— desde el momento en que aceptes y adoptes tu sagrada causa: la realización del ser. Entonces, ¿por qué hacerlo? Porque ha dejado de preocuparte la aceptación o aprobación del mundo. Ha dejado de satisfacerte lo que ésta te ha aportado; Ha dejado de complacerte lo que les ha dado a otros. Quieres que cese el dolor, que cese el sufrimiento; que termine la ilusión. Estás harto de este mundo tal como es actualmente. Aspiras a un mundo nuevo. Deja de aspirar a él. Ahora, haz que surja, créalo.

Desapegado de su mujer e hijos, carente de orgullo por el cuerpo, Aceptando con igualdad la alabanza o el reproche, el honor o el insulto, Gozando de los placeres cuando vienen, pero sin abandonarse a ellos, Sin ansias ni conflictos, carente de deseos, así es el hombre liberado.
Aceptando como suyo todo el universo o nada, Honrando a todos, amigos y enemigos igualmente, Adorador de todo el universo y adorado por el universo entero, Desdeñando el bien de todos por motivos egoístas, sin deseos, así es el hombre liberado.
No existe ni la maya ni el cuerpo. El universo es irreal, como el hijo de una mujer estéril.
Los nombres y las formas no existen. Únicamente Dios es completo en su plenitud.
No hay diferencia alguna entre el Ser Individual y el Ser Universal. Dios es la esencia divina del mundo. Firme es esta convicción, sin deseos, así es el hombre liberado, así se es Dios.
©Multiversity & Meditation Consciousness Development Centre
E-Mail: desarrollo.consciencia@gmail.com    Tel:  01  (222)  178 01 47 y Cel: 22 28 62 61 39

 Swami Anand Keerti 

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