Viviendo sin la cabeza
Cuando
aprendes a vivir sin la cabeza,
sin sus razones, juicios,
evaluaciones e interpretaciones;
la puerta del entendimiento se
abre, la paz, la armonía y el amor se hacen presentes y a partir de ese
instante la verdad fluye y se revela continuamente a través de nuestra vida.
“La verdad no puede ser dicha”, no hay manera de
enseñarla; sin embargo, se le llama enseñanza. Se le puede mostrar, indicar.
Hay millones de formas de señalarla de manera directa. Cuando la verdad te
habla, ocurren milagros en tu vida.
Lao Tse dice; la verdad no puede ser dicha y en el momento
en que uno la dice, ya la ha falsificado. Las palabras, el lenguaje, la mente,
son completamente incapaces de enseñarla. La verdad, desafía a la razón,
desafía a la personalidad orientada por la razón, desafía al yo. No puede ser
manipulada. Encontrar la verdad es por completo imposible para la mente y la
razón.
Esto es lo primero que hay que comprender y, cuanto más
profundamente lo entiendas, más posibilidades tendré de señalarla. Lo que
estoy diciendo no es la verdad; no podría serlo. A través de palabras, sólo se
puede crear una situación en la cual la verdad pueda ser posible. Pero de esto
tampoco se puede estar seguro. Es impredecible. No se puede generar una causa
para que se produzca; se produce cuando se produce. Lo único que podemos hacer
es estar dispuestos a ella. Tus puertas necesitan estar abiertas. Cuando golpee
a tu puerta, debes estar allí presente. Si estás presente, disponible,
receptivo, puede producirse. Sin embargo recuerda que, a través de las
escrituras o de las palabras de los seres iluminados, no lograrás acceder a la
verdad.
Entonces, lo primero es que la verdad no puede ser dicha.
Y cada maestro crea una
situación indirecta, que te impulse hacia lo
desconocido. Todo lo que dice te va llevando hacia aquello que no puede ser
dicho.
Lo segundo, antes de que podamos entender este hermoso
relato zen: la verdadera enseñanza se resiste a las palabras, pero no puede
resistirse al corazón. Si existiera un lenguaje del corazón, podría ser
expresada a través del mismo. Pero el
corazón carece de lenguaje; o bien, el silencio es el único
lenguaje del corazón.
Cuando el corazón está en silencio, algo dice; cuando la
mente está en silencio, no dice nada. Las palabras constituyen el modo de
expresión de la mente. La ausencia de palabras, el silencio, es el modo en que
se expresa el corazón. El silencio es un lenguaje sin palabras, hay que
aprenderlo. Así como uno aprende los lenguajes de la mente, uno aprende el lenguaje
del corazón: cómo permanecer en silencio, alejándose de las palabras, de la
mente, cómo dejar de lado lo racional.
Cuando la mente deja de funcionar, de inmediato, toda la
energía se desplaza al corazón.
Cuando la mente no está en funcionamiento, lo
está el corazón. Y únicamente cuando funciona el corazón, es posible enseñarte
algo. La verdadera enseñanza se transmite a través del corazón. Necesitas estar
cerca del corazón. Cuanto más cerca estés, serás capaz de comprender el silencio.
Recuerda: el silencio no es vacío. Ante los ojos de la
razón, podría parecer que el silencio es vacío. No lo es. El silencio es el momento
más pleno posible. No es sólo un momento de plenitud, sino también de
rebasamiento. Es de una importancia sentida. El corazón no está vacío: es lo
único que está lleno. La mente está vacía, pues no tiene más que palabras. ¿Y
qué son las palabras? Pequeñas olas en el vacío. ¿Y qué es el silencio? El
silencio es lo absoluto.
Las
Leyes del universo te permiten —crear— exactamente lo que quieras. Estas Leyes
no pueden ser violadas, ni pueden ser ignoradas. Estás obedeciendo esas Leyes
ahora mismo, incluso mientras lees esto. No puedes dejar de cumplirlas, pues es
así como funcionan las cosas. No puedes apartarte de ellas; no puedes actuar al
margen de ellas.
Cada
minuto de tu vida has estado actuando dentro de ellas; y, así, todo lo que has
experimentado lo has creado tú, eres responsable de lo que te ha sucedido,
sucede y sucederá en tu vida.
Eres
uno con Dios. Comparten la vida eterna juntos. Mi compromiso para contigo
consiste en darte siempre lo que me pidas. Tú compromiso consiste en pedírmelo;
en entender el proceso de la petición y la concesión. Te explico este proceso,
para que lo comprendas de una manera clara. Eres un individuo (indivisible). Y
estas compuesto por «cuerpo», «mente» y «espíritu». También puedes llamarlo lo «físico»,
lo «no-físico» y lo «meta-físico». Se le hace llamar la Santa Trinidad, y se la
ha llamado de muchas maneras. Lo mismo que tú eres, también Yo lo soy. Me
manifiesto como individuo compuesto por Tres Elementos.
Algunos
de vuestros teólogos lo han llamado «Padre», «Hijo» y «Espíritu Santo».
Vuestros
psiquiatras han reconocido también esta triada, y le han llamado
«subconsciente», «consciente» y «supraconsciente».
Vuestros
filósofos lo han llamado el «ello», el «yo» y el «superyo».
La
ciencia lo llama «materia», «energía» y «antimateria».
Los
poetas hablan de «mente», «corazón» y «alma».
Los
pensadores de la Nueva Era aluden a «cuerpo», «mente» y «espíritu».
Vuestro
tiempo se divide en «pasado», «presente» y «futuro».
¿No
podría ser lo mismo que «subconsciente», «consciente» y «supraconsciente»?
El
espacio se divide igualmente en tres categorías: «el antes», «el ahora» y «el
después».
Definir
y describir este espacio «el ahora» resulta difícil, escurridizo. En el momento
en
que empiezas a definirlo o describirlo, el espacio que describes se
convierte en «antes» o «después». Sin embargo, sabemos que este espacio «el
ahora» existe. Es lo que mantiene al «antes» y al «después» en su sitio; del
mismo modo que el eterno ahora mantiene al «antes» y al «después» en su sitio.
Estos aspectos de tu ser son, en realidad energías. Podrías llamarlas «sensación»,
«sentimiento» «pensamiento», «palabra» y «acción». Juntas producen un
resultado; lo que, en nuestro lenguaje y según nuestros conocimientos una
expresión».
Tu
alma (subconsciente, ello, espíritu, pasado, etc.) es la suma total de todos
los sentimientos que has tenido (creado). Tu consciencia de algunos de ellos se
denomina «recuerdo». Cuando tienes un recuerdo, se habla de remembrar. Es
decir, juntar de nuevo. Reunir de nuevo las partes.
Cuando
reúnas de nuevo todas tus partes, habrás remembrado Quien Realmente Eres. El
proceso de creación se inicia con el pensamiento; una idea, concepto o imagen
mental. Todo lo que ves fue una vez idea de alguien. Nada existe en nuestro
mundo que no haya existido antes como pensamiento puro. Eso es cierto también
respecto al universo. El pensamiento es el primer nivel de la creación.
A
continuación viene la palabra. Todo lo que se dice es pensamiento expresado. Es
creador, y emite energía creadora al universo. Las palabras son dinámicas dada
la naturaleza de su sonoridad al ser pronunciadas, por lo tanto, algunas pueden
impulsar la creación con mayor fuerza que el pensamiento, puesto que las
palabras constituyen un nivel de vibración distinto de el del pensamiento; alteran,
cambian y transforman al universo, con un gran impacto. Las palabras constituyen
el segundo nivel de la creación.
A
continuación viene la acción. Las acciones son palabras en movimiento. Las
palabras son pensamientos expresados. Los pensamientos son ideas formadas. Las
ideas son energías reunidas. Las energías son fuerzas liberadas. Las fuerzas
son elementos existentes. Los elementos son partículas de Dios, porciones del
Todo, la sustancia de todo. El principio es Dios. El final es la acción. La
acción es Dios creando, Dios experimentando.
Tu
pensamiento acerca de ti mismo es que no eres lo bastante bueno, lo bastante
maravilloso, lo bastante puro, para ser una parte de Dios, para formar unidad
con Dios. Has negado durante tanto tiempo Quien Eres, que lo has olvidado. Esto
no ha ocurrido por azar; no es por casualidad. Forma parte de un plan divino,
puesto que no podrías afirmar, crear ni experimentar Quien Eres, como si ya lo
fueras. Primero era necesario que rompieras (negaras, olvidaras) tu vínculo
conmigo, con el fin de experimentarlo plenamente mediante su creación plena,
mediante su surgimiento, ya que tu más grandioso deseo —y Mí más grandioso
deseo— era que te experimentaras en ti mismo como la parte de Mí que eres. Así
pues, estás en proceso de experimentarte a ti mismo creándote a ti mismo de
nuevo en cada momento. Al igual que Yo lo estoy; a través tuyo.
¿Ves
la sociedad? ¿Comprendes sus implicaciones? Se trata de una sagrada
colaboración; realmente, de una sagrada comunión.
Así,
tu vida «trascenderá» cuando elijas que lo haga. Hasta ahora no lo has elegido.
Te has entretenido, lo has aplazado, has protestado. Ahora es el momento de que
produzcas lo prometido. Para hacerlo, necesitas creer la promesa, y vivirla. Necesitas
vivir la promesa de Dios.
La
promesa de Dios es que tú eres Su hijo. Su descendencia. Su semejante. Su
igual.
¡Ah!... aquí es donde el asunto se complica. Puedes aceptar lo de «Su hijo», «descendencia» y «semejante», pero rechazas ser llamado «Su igual». Aceptar eso es demasiado. Demasiada
grandeza, demasiado asombroso; demasiada responsabilidad, puesto que,
si eres igual a Dios, eso significa que nada se te da a ti, sino que todo es
creado por ti. Ya no puede haber víctimas ni malvados; sólo resultados de tu
pensamiento respecto a algo.¡Ah!... aquí es donde el asunto se complica. Puedes aceptar lo de «Su hijo», «descendencia» y «semejante», pero rechazas ser llamado «Su igual». Aceptar eso es demasiado. Demasiada
Te
lo aseguro: todo lo que ves en tu mundo es el resultado de tu idea sobre ello.
¿Quieres que tu vida «trascienda» realmente? Entonces, cambia tu idea sobre ella. Sobre ti. Piensa, actúa y habla como el Dios que Eres. Por supuesto, eso te alejará de muchos —de la mayoría— de tus semejantes. Te llamarán loco. Te acusarán de blasfemo. Finalmente se hartarán de ti, y tratarán de crucificarte.
¿Quieres que tu vida «trascienda» realmente? Entonces, cambia tu idea sobre ella. Sobre ti. Piensa, actúa y habla como el Dios que Eres. Por supuesto, eso te alejará de muchos —de la mayoría— de tus semejantes. Te llamarán loco. Te acusarán de blasfemo. Finalmente se hartarán de ti, y tratarán de crucificarte.
Actuarán
así, no porque piensen que tu vives en un mundo producto de tus propias
ilusiones (la mayoría de los hombres son lo bastante amables como para
permitirte tus diversiones privadas), sino porque, antes o después, otros se
sentirán atraídos por tu verdad, por las promesas que ésta encierra para ellos.
Y
es en este momento cuando intervendrán tus semejantes, porque será en este
momento cuando empezarás a representar una amenaza para ellos, ya que tu
sencilla verdad, sencillamente vivida, ofrecerá más belleza, más bienestar, más
paz, más alegría y más amor hacia uno mismo y hacia los demás que todo lo que
tus colegas terrenales puedan idear.
Y
adoptar esa verdad significaría el fin de sus costumbres. Significaría el fin
del odio y el temor, de la guerra y la intolerancia. El fin de todas las
condenas y asesinatos que se han cometido en Mi nombre. El fin de «la ley del
más fuerte». El fin de la lealtad y el homenaje por el temor. El fin del mundo
tal como lo conocéis; y como vosotros lo habéis creado hasta ahora.
De
modo que estáte preparada, alma buena; puesto que serás vilipendiada y
despreciada, insultada y abandonada, y finalmente te acusarán te juzgarán y te
condenarán —todo ello a su manera— desde el momento en que aceptes y adoptes tu
sagrada causa: la realización del ser. Entonces, ¿por qué hacerlo? Porque ha
dejado de preocuparte la aceptación o aprobación del mundo. Ha dejado de
satisfacerte lo que ésta te ha aportado; Ha dejado de complacerte lo que les ha
dado a otros. Quieres que cese el dolor, que cese el sufrimiento; que termine
la ilusión. Estás harto de este mundo tal como es actualmente. Aspiras a un
mundo nuevo. Deja de aspirar a él. Ahora, haz que surja, créalo.
Desapegado de su mujer e
hijos, carente de orgullo por el cuerpo, Aceptando con igualdad la alabanza o
el reproche, el honor o el insulto, Gozando de los placeres cuando vienen, pero
sin abandonarse a ellos, Sin ansias ni conflictos, carente de deseos, así es el
hombre liberado.
Aceptando como suyo todo el
universo o nada, Honrando a todos, amigos y enemigos igualmente, Adorador de
todo el universo y adorado por el universo entero, Desdeñando el bien de todos
por motivos egoístas, sin deseos, así es el hombre liberado.
No existe ni la maya ni el
cuerpo. El universo es irreal, como el hijo de una mujer estéril.
Los nombres y las formas no
existen. Únicamente Dios es completo en su plenitud.
No hay diferencia alguna entre
el Ser Individual y el Ser Universal. Dios es la esencia divina del mundo.
Firme es esta convicción, sin deseos, así es el hombre liberado, así se es
Dios.
©Multiversity
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